UN MILAGRO EN HORMIGUEROS
La luz del sol de verano ya había madurado con los tonos suaves y luminosos del crepúsculo antes de fundirse en el horizonte. Fue en ese tenue instante cuando Jimena desde el jardín, escuchando el familiar graznido de la exótica ave, descansó su palita jardinera al lado del pequeño hoyo que había preparado para sembrar el nuevo rosal.
Levantando la cabeza, la mujer divisó el origen del suave y familiar traqueteo de plumas. Justo donde el caminito empedrado se unía con los escalones al frente de la gran casona, se encontraba Adonis, la mitad de la pareja de pavos reales que se paseaban por la propiedad con toda la pomposidad de su realeza. Jimena no pudo evitar una sonrisa. Pausando su labor espió maravillada cuando la impresionante ave, como sospechando una audiencia, estrechó el tren de su cola, desplegándola en una espectacular circunferencia y en una explosión de colores iridiscentes: verde esmeralda, azul turquesa, topacio, rojo rubí y oro. De pronto, como para concluir el espectáculo, el ave pareció cubrirse de cristales cuando la luz durmiente del sol iluminó su plumaje.
Jimena, ya familiarizada con la rutina de Adonis, sabía que tal deslumbrante despliegue de belleza y pomposidad estaba dirigido a su inseparable pareja, Penélope. Predeciblemente, Penélope apareció por el lado del balcón de la casona. Adonis, con pasos lentos y deliberados continuó el ruidoso redoble de su cola extendida. Jimena, perdió el sentido del paso del tiempo mientras observaba a la pareja de pavos reales en su ritual íntimo, disolverse por entre el follaje del pequeño jardín.
Tal despliegue de belleza y exotismo había sido traído al pequeño poblado por don Giraldo González de la Renta al establecerse en la pequeña comunidad. El pequeño poblado donde sembraría sus raíces y las de su familia, donde también el nuevo inmigrante había empezado a poner el sello de su visión y personalidad. Con la introducción de Adonis y Penélope, don Giraldo atrajo la curiosidad de todo el vecindario quienes admiraban la belleza de la pareja, como algo fuera de este mundo.
Más que una diversión, la pareja de aves representaba el símbolo de algo único. Al igual que esa visión de belleza, ese símbolo sirvió también como el presagio de algo especial e inimaginable por venir. Un evento, el cual cambiaría para siempre la vida de todos aquellos envueltos.
Jimena no podía parar de sonreír al observar a la romántica pareja de pavos reales desaparecer por el jardín, su edén. Especialmente Adonis: el galán narcisista quien fiel a su nombre, siempre la hacía sentir agradecida al cielo por tan bello e inusual milagro de la naturaleza. Como una bendición para todos, ese no sería el único milagro que estaba por ocurrir en el pequeño poblado…